Cuento sobre la revolucion cubana
-Si, si, como vos digas.-dije como en un suspiro, ya harto de que este hablando de el.
-¿Que te pasa ahora?-me pregunto.
-Nada. ¿Sabes que? Me voy.
-Como siempre no das la cara, ¿Por qué no me lo decís? ¿Eh? Deja. Anda nomás.
-Ya me cansaste-le dije caminando hacia la puerta.
-No es eso, me culpas a mí. Y sabes que no tengo nada que ver. Como te dije, no todos nacen con el don. Somos pocos los que nacemos con esa magia.
El ego ya se le había ido más arriba de lo normal y yo ya no lo toleraba más.
-Roberto.-le dije frente a la puerta para que me prestara atención.
-¡Al fin te voy a escuchar defenderte! haber con que inteligente frase me va a repudiar el poeta.
-Ándate a la puta que te parió.
Le cerré la puerta y me fui antes que me pudiese contestar. Una tormenta se aproximaba, el cielo ya estaba nublado. Hacia tiempo que nuestras diferencias nos estaban raspando, y finalmente pasó lo que tenía que pasar. Desde que había terminado ese libro que se estaba volviendo así. Se creía un genio, un intelectual de los pocos que hay en cuba. Pero el libro no era tan bueno. Cuando iba caminando por la calle me sentía mal, en realidad sentía pena por esta amistad que habíamos terminado. Nos conocíamos desde chicos, compartíamos ideales y el amor por las letras. Pero no se que paso, el tiempo es tan raro. De repente yo empezaba a trabajar como peón en el gobierno que trataba de llevar una mejor manera de vivir para su familia, mientras estaba armando y promoviendo ideas para mejorar el estándar de vida en la isla. Yo lo apoyaba, pero no podía dejar mi trabajo, por más que fuese un trabajo de mala paga yo tenia que mantener a mi familia, y no me quedaba otra. Nunca quise que mis hijos pasaran el hambre que yo de chico. Y el siempre viviendo en el aire, haciendo lo que todos hacen, sobrevivir como se pueda.
Esa noche yo iba a pasar año nuevo con mi esposa en un hotel e iba a dejar a mis hijos con la mucama. Esa noche. De esa noche me acuerdo de nada y me acuerdo de todo. De esa noche salio año nuevo. Nación nueva. Vida nueva. Borrón y cuenta nueva. Borrón para toda la corrupción, para todo el hambre, para toda la desigualdad y cuenta nueva para una nueva historia, para todos lo que buscaban ese cambio, para todos aquellos que se querían hacer escuchar y que jamas se habian dado por vencido. La revolucion era para todos.
Esa misma noche volví a mi casa con mis hijos. La mucama se había ido a festejar a las calles y volvió para buscar sus cosas. Estaba realmente enojado con ella.
-Me debió haber avisado que dejaba a mis hijos solos. ¿Y si les ocurria algo?
-Es mejor que no me dirija la palabra. Se quien es usted y de quienes simpatiza. Adiós.- me dijo la mucama y se marcho.
No le conteste nada. No sabía a que se refería ni me interesaba. Tenia muchas cosas en que pensar. Lastima que no estaba Roberto para hablar.
El día siguiente lo recuerdo como uno de los días más maravillosos de mi vida. La esperanza, el futuro, tantas posibilidades y todas buenas. Simplemente la realidad soñada.
Dos semanas luego de esa noche de año nuevo tres hombres entraron a mi casa y me llevaron a la cárcel. Luego de tres días en esa celda sin luz y húmeda, me llevaron a un pequeño estadio donde se estaba realizando un acto publico. Los acusados eran señalados por gente del pueblo para ser procesados y luego ejecutados. El procesamiento no era muy complicado. Con la misma palabra del acusador bastaba para la decisión final. La mucama me señalo de entre los presos con los que estaba y me sentaron en un improvisado escenario donde se me acuso de ser colaborador de Batista. Ya no sabia que pensar. Todo esto se había convertido en una jungla. “¡Soy inocente! ¡Soy inocente!”, “Jamás he dañado a nadie” gritaba y replicaba, pero nadie me escuchaba. Entre el publico lo vi entrar a Roberto quien mientras me llevaban al lugar de la ejecución se acerco a tratar de que no lo hicieran, que me dejaran libre, pero de nada servia. Por primera vez sabia como seria mi futuro. Me despedí de Roberto y le pedí perdón. El me dijo que nuestra amistad nunca se había perdido. Nunca antes lo había visto llorar.
Me llevaron a un campo abierto con las manos atadas y una venda en los ojos. Me arrodillaron y me dejaron ver por ultima vez a cuba, al mar, a las montañas, al las playas, ¿pero hace falta que la describa?
Respire profundo y me quede y me quede mirando al horizonte.
-Fuego- grito un joven
Por lo menos mis hijos no pasaran hambre.